El campeón peruano y sub-campeón sudamericano de muai
thai está listo para compartir todo lo que aprendió.
Por Nelson Peñaherrera C. Video por Estany
Tineo
“Mantén la calma”, me recomienda Daniel
‘El Scorpión’ Garro mientras intento dar una patada frontal. El campeón
nacional y sub campeón sudamericano de muai thai se mantiene sereno
antes, durante y después de la demostración para esta historia. “La calma y los
reflejos son fundamentales cuando te enfrentas en un combate”, afirma.
Daniel tiene 30 años, es natural de Huacho, Lima, y
parecía estar destinado al fútbol, al que se dedicó desde los 15. “Jugué en el
Unión Huaral y en el León de Huánuco”; pero a partir de los 20 años, el box y
las artes marciales comenzaron a seducirlo, se involucró con ellas y decantó en
el método de pelea originario del antiguo reino de Siam, hoy Tailandia, y que fue creado
como una alternativa de combate cuerpo a cuerpo en las guerras tribales y
reales en la península indochina.
De hecho, no se podía aspirar a gobernar si no se
había ganado una competencia de muay
borang, antecedente del muay thai.
En la actualidad se le considera un deporte extremo de
contacto, y eso demanda que el o la participante se concentre en lo que está
haciendo, controle sus reflejos, sepa mantener la calma y sea capaz de resistir
el esfuerzo tanto a nivel de agilidad como de potencia. No es secuencial, sino
integral y simultáneo.
“Primero te debes acondicionar físicamente”,
recomienda Daniel Garro; “entonces poco a poco comienzas a entrenar los
movimientos hasta darles fluidez, como si estuvieras bailando”.
El aprendizaje de la técnica también requiere que
apliques algo de Física, desde la postura inicial de ataque para que tu centro de gravedad
esté en el lugar correcto a la hora de patear, puñetear, acodar, bloquear al
oponente o hacerle perder el equilibrio y dejarle fuera de combate.
“Yo mismo me he enfrentado con unos ‘toros’”, cuenta
Danniel, explicando que, si bien para efectos de competencia hay clasificación
por pesos, esto es relativo a la hora de cada combate. “Es más maña que otra
cosa”, reitera mientras trata de que le pierda miedo al dolor (sus canillazos
duelen en mi muslo), o me enseña cómo hacerle abandonar su propio centro de
gravedad reforzando el mío en mi propio
talón y girando mi otra pierna como un compás.
Con su metro 80 y 70 kilos de peso (yo, metro 67 y 70
kilos de peso), tiene la agilidad (y la experiencia) a su favor), pero
eventualmente cada combatiente tiene que aprender a convertir sus desventajas
en oportunidades en una fracción de segundo.
Aparte que la actitud de Daniel genera tanta confianza
que provoca aprender. En efecto, el Scorpión está dando clases en la academia
AWKA de la ciudad de Piura, por si alguien desee ganar potencia, resistencia y
agilidad mental, ya que por lo menos a mí me quedó claro que combatir sin una
estrategia es lo mismo que perder peso o ganar masa sin un control de la dieta.
Por cierto, el apelativo se lo puso uno de sus
primeros entrenadores. “En el ‘sparring’ yo solía hacer una patada proyectando mis pies por
encima de la espalda”, y ese fue su sello personal.
Cuando intentó tener como mascota a un escorpión de
verdad, terminó con una guardería de alacranes, y cuando quiso aumentar la
familia, trajo a otro animal que se comió al primer inquilino y luego se
escapó. Desde entonces, desistió la crianza de cualquier artrópodo; pero su
apelativo quedó grabado en uno de los tantos tatuajes que decoran su cuerpo, y
que ha paseado en torneos tanto en Perú como en Chile.
Incluso, como entrenador ya ha tenido la satisfacción
de enviar nuevos talentos a campeonatos nacionales y quedar en los primeros
lugares; además, hay proyectos para entrenar a grupos especializados en control
del orden público, pero aún falta concretar varios detalles.
Post-producido por Sheyla Benavente.
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