Mario
Kanashiro tiene un excelente motivo para celebrar: acaba de ser ascendido como
maestro instructor para todo Japón en shakadance,
clases de baile que combinan hip-hop,, afro y música de salón con un plan de
ejercitamiento cardiovascular. En esta nueva posición, es el encargado de dar
las licencias a los profesores que se capacitan en ella.
“Aquí en Japón hay más vida laboral que vida
propia o para relajarse”, comenta este peruano nacido en Pueblo Libre, Lima, el
12 de noviembre de 1990, y que tuvo que migrar con su familia cuando apenas
tenía cinco años de edad. Hoy, es un deportista lleno de carisma y amor, pero
casi una década atrás, era todo lo opuesto: sedentario, apático, egoísta. ¿Qué
le pasó a su vida que lo llevó de las tinieblas a la luz?
Hasta los 21 años, Mario trabajaba en NTT, una
de las mayores empresas telefónicas de Japón, traduciendo del japonés al
español y viceversa. No practicaba ni tenía interés por ningún deporte; de
hecho, "no tenía físico".
Desde los 20 años comenzó a sentir que se le
adormecía todo el lado derecho del cuerpo: “Sentía dolor desde el cuello hasta
la mano derecha, y había perdido potencia y sensibilidad en mi pierna y pie
derechos”. Fue a dos hospitales para examinarse, pero los estudios no
encontraban problemas en sus músculos y huesos, como fue la primera sospecha;
en efecto, los tiene bien formados.
Siempre hay un antes y un después
Los estudios mostraron una rara anomalía en las
venas de su cuello, justo en su segunda vértebra: eran muy estrechas,
complicaban la circulación de la sangre, y por ende no favorecían una buena
oxigenación del cuerpo. La cirugía era la única manera de corregirlo. Sin
embargo, no bastaba este procedimiento para que recuperara la movilidad de sus
extremidades; por eso, tuvo que ir a rehabilitación física, y el deporte fue la
solución: “Empecé a formar músculo en los brazos y la mano para tener fuerza al
agarrar, usando poco peso; además, hacía estiramientos”.
En el proceso, tomó una clase de zumba, se dio cuenta que podía bailar –y
muy bien—y que le gustaba mucho: “Yo no sabía bailar, no me provocaba, ni me
llamaba la atención, a pesar de que he tocado la guitarra eléctrica entre los
16 a los 20 años… tocaba rock y metal; incluso ahora la toco bien: no he
perdido la técnica”. Siguió desarrollándose como alumno hasta que se preparó
para ser instructor, y el resto es historia.
“Como para tocar guitarra debes escuchar la
batería y el bajo, tu oído llega a desarrollar sensibilidad por los sonidos
bajos, y es la misma guía que utilizo para crear coreografías”, explica. “Este
año voy a cumplir 7 años dando clases de baile y entrenando eso; sigo haciendo
estiramientos, hago entrenamiento funcional, y en mis ratos libres juego
videojuegos para relajarme”. Incluso, en algún momento, Mario entrenó pesas.
Los beneficios a su organismo han sido
dramáticos. “Antes corría 500 metros o un kilómetro y me cansaba, ahora corro
seis u ocho kilómetros y no me canso: he desarrollado un buen físico”, sonríe.
Cuando Mario dio su primera clase, no le llegó
nadie; a la siguiente, llegaron dos personas, luego cinco, siete, hasta que
tuvo su primer grupo de veinte personas. Hoy, sus grupos son de hasta ¡40
personas! Si bien depende del gimnasio donde dé la clase, su mínimo no baja de
20. Aunque vive en Nagoya, su trabajo lo lleva por varios gimnasios a lo largo
de la isla, y abrirse paso no le fue sencillo debido a que el público japonés
prefiere apoyar a los instructores japoneses. El esfuerzo le ha costado seis
años.
“Cuando comencé había profesores que decían que
no vayan a mis clases porque era novato, o que la gente podía lesionarse o que
yo no sabía nada de fitness”, recuerda. “Ahora soy profesor de esos profesores,
y muchos se quedan con la boca abierta al ver el cambio, porque he llegado a
ser más que ellos”.
“Al día puedo dar clases a unas 80 a 100
personas”, relata. “El 70 % de mis alumnos son mujeres, o sea en una clase por
cada 10, 3 son hombres. Cuando son de mañana o de tarde, la mayoría son de 30 a
60 o 70 años, pero de noche tengo gente más joven, entre 20 a 40 años”.
Mario describe a su alumnado como en constante
modo aprendizaje, como si fueran al colegio y cada día tienen algo nuevo que
conocer. “Cuando doy 3 clases seguidas, tengo los mismos alumnos: por ejemplo
la primera clase es baile cultural, la segunda baile fitness, y la tercera hip
hop”. Los bailes culturales son aquéllos que no se escuchan en discotecas o que
no se bailan en su país de origen, “y les ponemos pasos difíciles, así que
pueden tomarse hasta dos meses en aprender una sola coreografía”.
Y si ya destacaba en las aulas de baile, su
apariencia mestiza tampoco ha pasado desapercibida. Un día, tras asistir a un
evento, alguien le propuso ser modelo. La única experiencia que había tenido
hasta entonces fue ser la imagen de su escuela preparatoria tanto en los
volantes como en las portadas promocionales, cuando era adolescente.
“Hace tres años me inscribí a una escuela de
talentos y comencé a seguir varios cursos, llegando a modelar la ropa de HiBowl. Estuve modelando hasta hace dos años, pero mi
carrera como profesor se puso más exigente, así que ahora lo hago muy rara vez”.
Su audición también fue exigente: no bastaba su rostro
o su figura; como supieron que él sabe bailar, incluyeron esa prueba. Pero
quizás la parte difícil fue una entrevista ante cinco jurados en la que le
examinaron absolutamente todo: sus fortalezas, habilidades, hasta cómo se
comportaba. De mil personas, solo pasaron ochenta.
“Me gustaría seguir modelando ropa, pero como
hago deporte, me gustaría modelar ropa de deporte o de baile, en la medida en
que estoy haciéndome conocido en todo Japón. Si se da la oportunidad de
presentarlo, sería excelente”.
Los malos ratos sirven para mejorar
Mario sostiene que su mayor logro hasta ahora
ha sido aprender a bailar. Las críticas que recibió al comienzo lo impulsaron a
aprender más, a salir de su localidad y tomar clases, a perfeccionar su estilo,
para dar lo mejor de sí a sus alumnos: “Yo tomo la crítica para mejorar mi
trabajo”, afirma. “Si el alumno te dice algo que no le gusta, no lo hace para
fastidiar sino para que mejores”. Agrega que si al inicio de su trabajo fue muy
criticado, es porque le importaba a mucha gente.
“Nosotros vivimos de los clientes; si no ay
clientes, no hay clase, entonces siempre hay que saber escucharlos”, sentencia.
“Todavía hay gente que prefiere a un japonés enseñando música latina que un
latino enseñando música latina; antes sí le daba mucha importancia, pero ahora
he aprendido que si la gente quiere aprender música latina con un latino y
quiere tomar mi clase, que la tome; el que no, se la pierde”.
La estrechez de sus venas enfrentó a Mario con
su plan de vida. Y la respuesta fue armarse de valor, aunque no fuera fácil en
un principio. “el médico me dijo de frente y sin asco que si no hacía el
tratamiento, iba a empeorar; entonces, al inicio, más por presión del médico
que por mi cuenta, iba al gimnasio”.
A pesar de que superó su condición con mucho
éxito, todavía quedan algunas secuelas: su mano derecha es más débil que su
mano izquierda (por lo que prefiere cargar cosas con la segunda), de vez en
cuando siente una picazón interna en el brazo derecho seguida de un
enrojecimiento, lo que puede pasar cuando conduce su auto o cuando está dando
clases. Afortunadamente, acude a sus controles cada dos años (al inicio eran
cada mes y se fueron distanciando progresivamente), y sigue viendo al médico
que lo desafió a tomar el control de sí mismo: el Sensei Izumí.
“Mi otro logro es que mi alumno se haya
convertido en instructor, que haya tenido la misma motivación y las mismas
oportunidades”, comenta con orgullo. “Cuatro de mis alumnos son ahora
profesores”. Se especializó en shaka-dance,
sacó su licencia, y llegó a dar clases con la creadora de esa misma disciplina,
Samira Talha, a lo largo de Japón en julio de 2019, y fue la misma Talha quien
lo eligió para acompañarla. “Me sentí feliz y a la vez nervioso porque nunca
imaginé que iba a trabajar así”.
Mientras producíamos esta historia, Mario fue ascendido
a maestro instructor. “No lo podía creer, pero entendí que todo da vuelta, que
era por el tiempo que le había dedicado a mi trabajo”, nos dice en exclusiva. “Cuando
miro en retrospectiva, me doy cuenta que todo ocurrió para que llegue a este
mismo momento, y sigo aprendiendo. Samira nos dice que debemos seguir
estudiando e ir para arriba, a pesar de la posición que ocupemos”.
“Hasta antes de mi enfermedad, solía ser muy
egoísta y negativo, me enfadaba con la gente que me quería; cuando me enfermé,
supe quiénes eran mi familia y mis amigos, dos, que nunca dejaron de visitarme,
a pesar de que yo conocía a mucha gente. Ahí me di cuenta quiénes me querían y
quiénes no, y comencé a valorar más a mi familia y a mis amigos de verdad,
comencé a cambiar porque sentía que debía retribuir todo ese cariño.”
Negocios son negocios… hasta cierto punto
“Cuando comencé a trabajar, no me explicaba por
qué la gente pagaba 500 yenes, que equivale a 5 dólares, por recibir una clase,
cuando no estaba seguro si lo estaba haciendo bien, hasta que una alumna me
dijo que venía a mi clase porque sentía que estaba aprendiendo; entonces, me di
cuenta que me estaba rodeando de gente que tenía ganas de aprender, que me
veían hacer un nuevo paso y me preguntaban cómo hacerlo”, medita. “Entendí que
para la gente es importante lo que les puedo enseñar”.
“éso izo que abriera mi corazón y volviera a
creer en la gente, porque había dejado de creer en la gente”, añade. “Y éso
hizo que me valorara más, porque incluso llegué a pensar que yo no era
importante”. Sus alumnos afirman que Mario tiene una energía muy especial, que
le permite empatizar y sentirse cómodo con cualquier persona, incluso con
quienes lo envidian, y han llegado a entrar a su clase con el propósito de
suplantarlo, sin éxito.
“Por éso es que nunca hay que derrotarnos,
siempre hay que seguir aprendiendo”, dice. “Hay personas que pueden hacer unas
cosas y otras no, pero para lograrlo hay que practicarlo. Ese aprendizaje y ese
cariño que le pongo es el que le gusta a la gente”. Mario también desafía a sus
alumnos a que antes de copiar su estilo, desarrollen el suyo propio, y que
practiquen duro hasta lograrlo. Y ellos ponen de su parte.
“Otro
tema es que es cierto que ésto es un negocio, y hay profesores que estudian
para hacer dinero, pero tienes que identificar en tu trabajo qué cosa sí es
dinero y qué cosa tienes que estudiar para tener una profesión. Yo puedo tener
una sola persona en mi clase, como tener cuarenta. Claro que si va una le puedo
dedicar el 100%, y si llegan más tengo que repartirlo, pero siempre
concentrarme en dar lo mejor de mí”.
De hecho, Mario comparte su arte mediante su
cuenta de Facebook, Twitter, Instagram y su canal de YouTube. Así que si
quieres aprender más sobre él y lo que hace, contáctalo, no importa el lugar
del mundo donde estés.
Bendecido, excelente. Te deseo los mayores éxitos, amigo. Me encantaría hasta conocerte: eres un real artista.
ResponderEliminarhola mucho gusto gracias por tu comentario , si gustas en mi FB: mario kanashiro salgo o mi IG: Kenyo21
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