Este atleta revela qué lo hizo sostener una carrera deportiva a pesar de los obstáculos.
Todas las fotografías
del archivo de Freddy Pozo.
Freddy Daniel Pozo
Guerrero nació en la Ciudad de Piura,
Perú, el 7 de octubre de 1982. Cuando todavía estudiaba en el colegio
san Miguel de esta ciudad, debutó como atleta en los Juegos escolares de 1994. Por su
talento, fue reclutado dentro de los llamados Polos de desarrollo
promovidos por entrenadores cubanos.
en 1997, clasificó a un torneo a nivel del norte peruano, y ese mismo año logró un cupo para otro de alcance nacional.
A partir de 1999,
comenzó a entrenar con José Bonilla Cortez. Para el año siguiente, ganó las maratones de Ciudad de Piura, de Trujillo (ambas en
Perú), y de Macará (Ecuador). Sus logros como deportista calificado le permitieron
ingreso directo a una universidad en Trujillo, en 2001, donde destacó en las
pruebas pedestres de 5K y 10K, mientras
que en pista obtuvo lugares destacados en las pruebas de 800 metros y 1500
metros.
Cuando su carrera
deportiva iba en ascenso, llegó la primera dificultad. Una lesión lo
obligó a detenerlo todo. Le quitaron la beca.
Tuvo que regresar a
Piura donde ingresó a otra universidad. El cuerpo pareció responderle de nuevo
al punto que fue campeón universitario de atletismo entre 2005 y 2007.
Uno de sus mayores logros fue ganar en Cuenca (Ecuador) dentro de su
categoría: acumuló 71,5 km en 6 horas.
A pesar que ese año se
colocó como el Mejor Piurano en la Media Maratón de Piura, en
2008 decidió dejar el deporte y concentrarse en sus estudios. Enfrentaba
su segunda gran dificultad. Buscó auspicios, pero nadie se los otorgó: “el deporte no es
rentable porque tienes que entrenar seis horas diarias”, cuenta, y aparte del
tiempo, hay que invertir en alimentación y suplementos. El dinero era lo que faltaba.
Esta decisión le
acarreó una tercera dificultad. Freddy mide 1 m 66 cm. En 2008 pesaba 56
kg. Frenar de golpe lo hizo aumentar paulatinamente 40 kg.
Una cuarta
dificultad lo regresó al atletismo aunque no a nivel competitivo. Su madre
fue diagnosticada con cáncer, en 2016. Inicialmente ella lo sobrevivió,
y parte del tratamiento fue la actividad física. Freddy se convirtió en su entrenador.
Junto a su madre vivió
una quinta dificultad. Una aparente negligencia médica provocó que ella
falleciera en 2019.
Freddy se refugió en el
deporte. Por las mañanas salía a correr y por las noches iba al gimnasio donde se inició en una disciplina
olímpica: el levantamiento de potencia, muy diferente al fisicoculturismo, porque mientras en el primero se busca
sostener un peso en el aire la mayor parte del tiempo con la menor cantidad de
impulsos, en el segundo básicamente se modelan los músculos.
“Mucha gente me recordaba por mi época de deportista,” comenta Freddy.
Fue
cuando llegó la sexta dificultad. Alguien usó un pesticida para
envenenar a un colega suyo. Por alguna razón, Freddy resultó envenenado. Su
sistema nervioso central fue atacado provocándole una parálisis temporal que
con los años se ha convertido en una fibromialgia, definida por la
Clínica Mayo como “dolor y sensibilidad muscular generalizada”.
En el
caso de Freddy, le quitó flexibilidad. Como las fisioterapias le
costaban muy caro, él tuvo que aprender a practicárselas. Hasta abrió un centro
especializado, pero lo debió cerrar debido a la pandemia de la Covid-19. He aquí la séptima
dificultad.
Durante
el encierro, estudió balonmano y voleibol, de los que se graduó
como técnico. Lo interesante es que nunca en su vida los había practicado. “soy
un poco autodidacta”, afirma. “Lo que he aprendido es por mi propia cuenta”.
A la
fecha, Freddy Pozo entrena a equipos de balonmano en las categorías sub13 y
sub17, pesa 75 kg, y cree que el deporte lo ayudó a superar cada dificultad;
incluso lo ha rejuvenecido: “El entrenamiento y el estilo de vida me hacen ver
como un chico de 27 años”, asegura.
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