viernes, 22 de octubre de 2021

Dancing for pure pleasure

While we attend one of his classes, we run along his story marked by triumph.

 




7:25 in the morning. The class doesn’t start yet. They’re just some dudes who use the machines room at the gym. Mrs. Cruz “Cucha” Castillo begins to putt he steps waiting for the pupils (more female, actually) of every morning. The sound equipment is tuned on a local station broadcasting some music and news while the Sun strains through the windows. It’s Rosmy Gym, in Jardin, West Sullana City, Peru, and everybody is waiting for Cristian reyes, the aerobics trainer who is going to give his first class of the day.

 

The life between his birthday, an August 29th, 1984, in Sullana City (Peru), and just after he turned 14 years old was like another boy else’s. That day, a gym’s trainer saw him to dance and left surprised. The offer was direct: “Are you interested to dance in my gym?” Cristian tells he responded affirmatively. Since then, all has been different. He engaged to the world of gyms and perfectionated his talent. He presented in many events and he ever got the first places.

 

Cristian has come in. Everybody comes into the aerobics room of the gym. The music starts to play. He says it’s mixed right for the classes. It starts breathing – gotta begin puffing up the lungs because this is all about. What few realizes is the music beat is synchronized to the same rhythm of heart beats.

 

The aerobic looksfor improving the blood stream and the breathing. Also, it allows to eliminate fat and toxins effectively if it’s done constantly and sustainibily. Cristian begins a basic in front of the step. Till here, the stuff is pretty simple – just go up, go down, and eventually flex. The idea is doing it at the music rhythm.

 




The big opportunity came in his 20 years old. Cristian was delegate to a national dance contest and he didn’t deceived. He faced contenders from around the nation and came back to Sullana with the title in his hand. In that moment, he wasn’t only working out in dance but he was involved in aerobics. Some of his female pupils got fascinating for evident achievements: wweight control, agility.

 

“You feel Good whehn the people begins to mention the things you wan, what you work in,” he comments. The speaker drowns Cristian’s voice while he tries to explain us what the next move to be. Matter of coordination. The aerobics test our synapses purposed to match taking the right step in the right time, and over all keeping harmony with the rest of the group. Collective work, too.

 

The music has the cadence of the techno sequencer but it’s heard crossovers suddenly with pop, rock, latin pop, merengue, elegant huayno, and even saya. “It’s the new trend – it’s about full-body,” hhe will explain us later. It’s the hald of the class and the effects begin to feel including the loading sweat, some tireness and thirst, but gotta hold on. At least the ones in the first row of steps seem not to spend too bad.

 

It’s not a casuality that Sullana gets achievements. “It’s a level better inclusive than Piura [City],” Cristian states. He’s not a pioneer on the issue but he’s one of the more enthusiastic, actually. That’s why he tries not to lose a chance to dance, or like he does now, teaching others to do it.

 


He has got many recognizements for having to train children, mainly, from different schools in Sullana. “What we need is supporting,” he says. “It’s not like other countries where that support is actually given.” And although he recognizes there are more professionals on the field everytime else, he feels the opportunities are not easy where the hand to reach.

 

50 minutes since the class started have already passed. One another has deserted. We breathe again, stretch. Five minutes of that. Cristian claps addressing the pupils (more females than males, we agree) of that day, marking the class is over. Some still will stay to work out waist. If it’s Monday, Wednesday, or Friday, Cristian will continue a machines routine.

 

The day just began. He has many things to do, and still coming back to the gym for the class with the afternoon group. Possibly, there would be a presentation on weekend, or he will spend with his family for good.

 

The day that Jardin Urbanization’s Association of Young Residents in sullana held a seminar with students of the last year of high-school at INIF 48 School, Cristian was there. His mission was getting about 150 girls move to the batuca rhythm, with the help of some guys of the association. Everybody moved… well, almost everybody, because the school’s principal and some teachers only looked at in the background.

 

Other talent this boy has hidden is a good voice for singing. “But he only sings for me in special occasions,” Mrs. Castillo kids. No way, the guy is quite shy although the stage is not an unknown land to him. Anyway, he is a winner, and who wins something ever expects something much greater. And for the record, when somebody asks him why he does all this, he only has one answer: “Because I like.”

  

Bailando por puro gusto

Mientras asistimos a una de sus clases, recorremos su historia marcada por el triunfo.

 




7:25 de la mañana. La clase aún no comienza. Sólo están algunos jóvenes que usan la sala de máquinas del gimnasio. La señora Cruz “Cucha” Castillo comienza a colocar los steps esperando a los alumnos (más alumnas, en realidad) de todas las mañanas. El equipo de sonido está sintonizado a una estación local, que pasa algo de música y noticias, mientras el sol se cuela por las ventanas. Es el gimnasio Rosmy, en Jardín, en el sector oeste de Sullana, Perú, y todos están esperando a Cristian Reyes, el instructor de aeróbicos que va a dar su primera clase del día.

 

 La vida entre el día de su nacimiento, un 29 de agosto de 1984 en la ciudad de Sullana (Perú), y poco después que cumplió 14 años era como la de cualquier muchacho. Ese día, la instructora de un gimnasio lo vio bailar y quedó sorprendida. La oferta fue directa: “¿Te interesa bailar para mi gimnasio?” Cristian cuenta que respondió afirmativamente; desde entonces, todo ha sido distinto. Se involucró con el mundo de los gimnasios, y perfeccionó su talento. Se presentó en varios eventos y siempre lograba obtener las primeras ubicaciones.

 

Cristian ha llegado. Todos ingresan a la sala de aeróbicos del gimnasio. La música comienza a sonar. Él dice que es mezclada ex profeso para las clases. Se comienza respirando; hay que henchir los pulmones, pues de esto se trata. Lo que pocos advierten es que el compás de la música está secuenciado al mismo ritmo de los latidos del corazón.

 

 El aeróbico busca mejorar la circulación de la sangre y la respiración. Además permite eliminar grasa y toxinas eficazmente si es que se hace de forma constante y sostenida. Cristian comienza un básico frente al step. La cosa hasta acá es sencilla; sólo subes, bajas, y, eventualmente haces una flexión. La idea es hacerlo al ritmo de la música.

 




 La gran oportunidad llegó a sus 20 años. Cristian fue delegado a un concurso nacional de baile, y no defraudó. Se enfrentó a concursantes de todo el país y regresó a Sullana con el título bajo el brazo. Para entonces, no sólo se había dedicado al baile, sino que había incursionado en los aeróbicos.  Algunas de sus alumnas se quedaron fascinadas por logros evidentes: control de peso, agilidad

 

 “Te sientes bien cuando la gente comienza a mencionar las cosas que ganaste, en lo que trabajas”, comenta. El parlante ahoga la voz de Cristian, mientras intenta explicarnos cual será el próximo movimiento. Cuestión de coordinación: el aeróbico pone a prueba nuestras sinapsis con la finalidad de acertar a dar el paso correcto en el tiempo correcto, y encima, guardar armonía con el resto del grupo. Trabajo colectivo, también.

 

 La música tiene la cadencia del secuenciador techno, pero de pronto se oyen crossovers con el pop, el rock, el latin-pop, el merengue, el huayno elegante, y hasta la saya. “Es la nueva tendencia: se trata del full-body”, nos explicará después. Es  la mitad de la clase, y los efectos se comienzan a sentir además del sudor copioso, algo de agotamiento y sed. Pero hay que seguir; al menos los de la primera fila de steps no parecen estar pasándola tan mal.

 

 No es casualidad que Sullana obtenga logros. “Está a mejor nivel incluso que [la ciudad de] Piura”, sentencia Cristian. No es un pionero en el tema, pero es uno de los más entusiastas, en realidad. Por eso trata de no perder una oportunidad para bailar, o, como hace ahora, enseñarle a otros a hacerlo.

 


Ha recibido muchos reconocimientos por haber instruido a niños, principalmente,  de diversos colegios de Sullana.  “Lo que nos hace falta es apoyo”, dice. “No es como en otros países donde sí se da ese apoyo”, y aunque reconoce que cada vez hay más profesionales en el campo, siente que las oportunidades no están fácilmente al alcance de la mano.

 

 Ya han pasado cincuenta minutos desde que la clase comenzó. Uno que otro ha desertado. Respiramos de nuevo, nos estiramos. Cinco minutos de eso. Cristian aplaude dirigiéndose a los alumnos (de acuerdo, más alumnas que alumnos) de ese día, señalando el fin de la clase. Algunos aún se quedarán a trabajar cintura. Si es lunes, miércoles o viernes, Cristian continuará una rutina de máquinas.

 

El día acaba de comenzar. Él tiene muchas cosas por hacer, y aún regresar al gimnasio para la clase con el grupo de la tarde. El fin de semana posiblemente haya una presentación, o a lo mejor lo pasará con su familia.

 

El día que la Asociación de Jóvenes Residentes de la Urbanización Jardín (AJR Jardín) de Sullana condujo una jornada con estudiantes del último año de secundaria del colegio INIF 48, Cristian estuvo presente. Su misión era lograr que ciento y medio de chicas se movieran al ritmo de la batuca, con ayuda de algunos de los chicos de la asociación. Todos se movieron; bueno, casi todos, pues al fondo la directora del plantel y algunos profesores sólo miraban.

 

 Otro talento que tiene escondido este muchacho es una buena voz para el canto. “Pero sólo canta para mi en ocasiones especiales”, bromea la señora Castillo. Ni modo, el chico es algo tímido, aunque el escenario no le es un terreno desconocido. Al fin y al cabo, es un ganador, y el que gana algo, siempre espera algo mucho mayor. Y que conste que cuando le preguntan por qué hace todo esto, él sólo tiene una respuesta: “Porque me gusta”.

 

¿Tienes una historia similar que contar? Coméntanos en la caja debajo, contáctanos a nuestras cuentas de Facebook o Twitter, o escríbenos a chulucanasgym@gmail.com