Si en tu agenda diaria ahora mismo te toca ejercitar y de pronto crees que eso debería esperar sin otra razón que hacerlo esperar, o porque de pronto había que hacer otro tipo de actividades más ligeras que no representen una prioridad, posiblemente estés procrastinando: dejando para después lo que debes o puedes hacer ahora.
Nadie
está libre de procrastinar en su entrenamiento físico. La pregunta que debes hacerte es por
qué lo estás haciendo. La respuesta clásica que podrías tener es “tengo
pereza”, en otras palabras, que estás desmotivado. Esta palabrita nos remite
inmediatamente a nuestra mente.
La elección
de inscribirte en un plan de entrenamiento, asistir al gimnasio o esperar al entrenador, y especialmente cumplir con la rutina del día, es ante todo una
decisión. En medio de varias posibilidades, optas por la más conveniente,
adecuada, correcta, válida; en fin, eliges la óptima en medio de otras tantas
buenas, regulares o malas.
Ése es
el camino racional. ¿Qué pasa cuando decidimos no seguirlo y hacemos todo lo
opuesto a lo que inicialmente habíamos considerado como la mejor opción? En
muchos sitios y muchos entrenadores pueden ensayar varias respuestas, pero si
vamos a la raíz de todo, podríamos enfocarnos en tres que suelen hacernos corto
circuito a la hora de empezar a ejercitarnos.
- La primera es el miedo. Es la sensación que nos advierte de un peligro real o imaginario que puede provocarnos dos reacciones: paralizarnos o ir en sentido contrario.
- La segunda es la culpa. Consiste en sentir responsabilidad por aquello que se hizo o que no se hizo y que terminó en una consecuencia negativa. La reacción clásica es que constantemente nos estamos acusando por aquello que fue o no fue y que debió ser.
- La última, pero no menos importante, es la vergüenza. Básicamente se trata de ocultarnos o hacernos pequeños cuando sentimos que el punto de vista nuestro o de mucha gente parece reprobarnos de forma fulminante o burlona. Nuestra reacción en este caso es desaparecer del mapa al precio que sea.
¿Hay solución?
Relee
los conceptos y las reacciones de estas tres causas profundas y notarás que las
dos primeras dependen mucho de nosotros como individuos; en la tercera
participa lo que el resto piensa o cree de nosotros. Sea como sea, todo puede
formar parte de algo que suele llamarse mochila o aquellos lastres que
llevamos a todas partes, muchas veces como cosas que no necesitamos porque no
dejan que avancemos hasta conseguir nuestros objetivos.
Por lo
tanto, siguiendo con la lógica, cuando sientas que lo que debes o puedes hacer
hoy comienza a ser pospuesto por cualquier razón discutible o sinrazón, pon
pausa y analiza en silencio absoluto y de forma muy serena si estás sintiendo
miedo por algo o alguien, si te estás sintiendo culpable por algo o alguien, o
si no eres capaz de soportar tu propio escrutinio o el de los demás.
Si
puedes hacerlo mentalmente, vas bien, pero si te cuesta trabajo, escríbelo,
léelo,léelo de nuevo y pregúntate: ¿puedo resolverlo?Si depende de ti, y es
urgente, piensa en un plan de acción, o ve a ejercitarte y con la mente más
clara comienza a resolverlo justo después.
Si
sientes que la solución depende de ti pero vas a necesitar algún tipo de
consejo u orientación, busca a una persona que tú sabes racionalmente tiene un
criterio amplio y equilibrado para darte luz en el camino, o acude sin
problemas a un profesional en salud
mental. La meditación o la yoga también ayudan,
y mucho.
Finalmente,
aprende a organizar tu vida de forma realista, con tiempos, tareas y metas que
sabes vas a alcanzar en un plazo determinado. Cuesta, pero recuerda tu primer
día entrenando: lo mejor se siente al terminar. Y nunca por nunca dejes para
mañana lo que debes o puedes hacer ahora. ¿Comenzamos?
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Las fotografías presentadas en esta entrada son parte del Archivo ChulucanasGym.
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