La presión pública que existe sobre un fisicoculturista o un
atleta en general puede ser tan alta como esta persona haya construído una
marca, y esa marca sea sinónimo de logros, de conocimiento o de popularidad;
pero, el problema llega cuando el personaje sobre el que se aplica presión no
siempre va en consonancia con la persona que lo encarna, y cuando eso sucede,
la reacción puede ser autodestructtiva.
Cuando eso llega a pasar, la reacción del público suele ser
mixta según el grado de simpatía o antipatía hacia el personaje, el que muchas
veces tiene que nacer, crecer y mantenerse en una forma vertiginosa,
respondiendo más a los mandatos del mercado que a los propios procesos de
construcción personal. Y la justificación de muchos deportistas es que, ante
todo, tienen que responder ante un
auspiciador, si lo tienen, o adaptarse a las
condiciones que le impone un potencial auspiciador, si lo encuentran. Y si la
persona no se ha preparado mentalmente para entender estas exigencias y saber
hasta qué punto puede poner un límite, la frustración, la tristeza, la ansiedad
pueden manifestarse por alguna parte hasta explotar en diferentes grados.
Muchas carreras deportivas se han visto frustradas cuando
ese punto de no-retorno se ha manifestado súbitamente o se ha hecho público, y
si la tendencia autodestructiva ya estaba manifiesta en la cresta de la ola,
puede que se acentúe una vez que ésta rompa, y el círculo vicioso termina
hundiendo más y más a quien esté dentro de él.
Es por eso que la asistencia psicológica es clave en el
trabajo y la vida de cualquier deportista; sin embargo, muchos programas de
patrocinio no lo incluyen y muchos instructores o personas reconocidas como
mentores no tienen todas las herramientas para servir como un soporte’ emocional porque piensan que no
es parte del trabajo, porque creen que eso se corrige solo o porque también
están en esa tendencia autodestructiva. Y lo que es peor, los propios
fisicoculturistas o atletas prescinden de este tipo de servicio alegando que no
están ni locos ni dementes.
Entonces, aquí la clave es romper ese círculo vicioso, y el
trabajo no es solo del fisicoculturista o atleta; también tiene que ver su
entorno, en particular otros fisicoculturistas oatletas que tengan cierta
claridad para detectar cuándo uno como ellos comienza a hacer corto circuito y
podría ir acumulando energía que puede estallar en el momento menos esperado. Como
este problema suele ser más común de lo que mucha gente piensa, aunque no se
hable sobre él, vamos a delinear aquí un protocolo que puede funcionarte.
Si alguien te lanza
soga es porque alguien necesita ayuda
Una regla básica consiste en diferenciar entre la persona que necesita ayuda y la persona que busca ayuda. La primera
muestra signos evidentes de que sus cosas no están marchando bien pero prefiere
guardárselas para sí misma o prefiere ignorarlas; la segunda sabe que algo anda
mal, como un barco a la deriva, y siempre estará viendo en la orilla a dónde
lanzar soga para que alguien le ayude a recuperar el rumbo. Concéntrate en este
segundo tipo de personas porque son las que realmente querrán salir del hoyo.
Entonces, si ves que alguien parece estar en problemas,
mantente a la expectativa y procura que lo tenga claro. Un cordial “siempre
cuentas conmigo” dicho en privado será más que suficiente para que la persona
en problemas esté sobreaviso de que, cuando decida dar el paso, realmente
tendrá con quién contar. Por supuesto, haz que no sean palabras vacías o
diplomáticas, sino que se trate de una promesa real.
Ahora bien, ¿qué hacer si la persona necesita ayuda y no la
busca? A menos que te creas con la capacidad suficiente para asumir todo un
proceso de consejería y acompañamiento, lo mejor es esperar a que cambie de
actitud. Aún así, si crees que debes lanzarle un “siempre cuentas conmigo”,
hazlo, pero no te frustres si después del “gracias” no pasa nada.
Si tú eres quien está en problemas, busca a alguien que va a
decirte las cosas claras para salir de ellos, no quien va a decirte lo que
quieres escuchar y engañarte de que no pasa nada.
Detecta las frases,
anticípate a los temas centrales
Muy poca gente suele pedir ayuda bajo la fórmula de “Me pasa
esto, necesito un consejo”. Por lo general, la persona suele proyectar el
problema y usa una fórmula del tipo “Qué harías tú si te sucediera esto o
aquello?”. Claro que si la persona usa la primera fórmula quiere decir que su
decisión de afrontar y resolver su problema es firme… aunque esto es muy
relativo.
Sea cual fuere la forma, lo primero que debes hacer antes de
responder es verificar si el espacio es el correcto y el tiempo es suficiente
(ver el siguiente paso). Si la respuesta es afirmativa, trata de contestar de
manera sincera y sintética: recuerda que, por el momento, quien tiene el
problema es la otra persona. Aunque eso no resta que tú también puedas estar
pasando por lo mismo o por otra situación diferente, sí sería correcto que aprendas
a respetar cada caso individual.
Si el espacio y el tiempo no son los adecuados, actúa con
sensibilidad. Un “Es una pregunta muy interesante y me gustaría responderla;
pero, ¿te parece si lo conversamos más calmados?” puede funcionar, quizás
subrayado con un gesto que signifique “aquí no es bueno hablar”, una palmada
cálida en el hombro y una sonrisa. Sí, todo eso es un poderoso calmante.
Otra cosa que debes considerar es irte anticipando a lo que
va a contarte esa persona. Ponte en todos los escenarios, imagina las frases
que puede soltar, y prepara respuestas (mira más abajo en estos consejos). No
hay peor retroalimentación para esa persona que poner tu mejor cara de sorpresa,
desolación o terror. Simplemente contribuirás con acentuarle la idea de que no
tiene remedio, y eso no es cierto. No de primera mano. Claro que esto funciona
mejor si sabes mantener tu mente abierta; si no, lo mejor será que digas un
“Entiendo, ¿lo hablamos después?”, y asunto arreglado.
Desconectar con el mundo, reconectar consigo mismo
Una vez que acuerden reunirse para conversar sobre el
problema, tienes que considerar dos cosas: primero, tener todo el tiempo
posible para que la persona se explaye; segundo, que el lugar donde van a
reunirse no tenga distracciones de ningún tipo. Además, con esto de la
hegemonía tecnológica, tiene que ser un espacio y un tiempo en que puedan
prescindir de ella al máximo.
No es una reunión social, es una conversación privada, así
que mientras menos elementos distractores tengan podrán concentrarse más en el
asunto. Considera que se trata de una actitud de respeto con esa persona,
consigo misma y contigo. Si van a depender de un celular prendido, lo mejor es
que lo dejen para otro momento, porque no hay nada más desconcertante que abrir
el corazón y de pronto una llamada o un mensaje imposibles de evadir corten
toda la hilación.
Sobre el tiempo, obviamente busquen aquél cuando ambos no
tengan nada que hacer. Los fines de semana son ideales puesto que siempre se
dedican al descanso. Sobre el lugar, como dijimos, algo que evite las
distracciones y que en todo caso favorezca la comodidad de la otra persona, no
la tuya. Aunque nuestro consejo es buscar un sitio como un
espacio rural o una
playa, si la otra persona se siente más cómoda
bajo techo, respeta su decisión.
La primera vez es
para desahogarse
Cuando alguien tiene un problema y nunca antes lo ha
conversado con alguien más, pasa que experimenta algo llamado catarsis o liberación del yo interior. Lo peor que puedes hacer es cortar
este proceso, así que deja que transcurra sin interrumpir. Permite que esa
persona vaya tomando confianza, vaya desahogando lo que siente, vaya
construyendo su historia o su argumento con toda libertad hasta que se haya
deshecho de todo. Por eso insistíamos en la importancia de cuidar el espacio y
el tiempo.
Si detectas que tiene dificultad para hacer esa catarsis
pero desea experimentarla, podrías crear algún tipo de dinámicas simple que
ayude a este propósito. Si manejas ejercicios de
meditación, éstos suelen ser
muy beneficiosos. Si no manejas ambas técnicas, puedes escribirnos a
chulucanasgym@gmail.com para darte
ideas.
Sobre tu lenguaje corporal, lo que recomiendan los
psicólogos es que se ubiquen cómodamente tan cerca como la confianza se los
permita, ya sea frente a frente, o uno al lado del otro. Lo importante es que
exista un entorno de intimidad que favorezca desahogarse. Solo si su grado de
confianza es alto (especialmente si son amigos personales), una mano en el
hombro o un brazo sobre los hombros con
un rostro sereno son increíbles, así que no dejes de experimentar el contacto
físico. Pero, si la persona lo rechaza, no insistas.
Escucha sin juzgar
Dijimos anteriormente que una de las cosas que debes hacer
cuando alguien te pide ayuda es anticiparte para saber cómo reaccionar. No se
trata de armarte con prejuicios; se trata de hacerte más fuerte para poder
proporcionar la ayuda que se requiere. Por lo mismo, cuando esa persona
comience a desahogarse, y mientras lo haga, no la interrumpas para decirle si
fue bueno o malo lo que hizo o dijo, solo deja que haga su proceso. Una vez que
haya finalizado, puedes emitir algún juicio de valor cuidando ser muy sensible
y firme al mismo tiempo.
Dijimos anteriormente que debes tener una mente muy abierta
para enfrentarte a lo que tengan que contarte, y en este aspecto considera que
cualquier tema controvertido puede aparecer en la conversación. En nuestra
experiencia, los escenarios probables que constituyen cargas emotivas muy fuertes
para cualquier persona son: su situación familiar o económica, el consumo de
sustancias prohibidas o adictivas, alguna
condición crónica de salud, acoso o
violencia, algún problema legal, una orientación sexual reprimida o una
decisión laboral poco convencional o extradeportiva.
Sería complicado aquí decirte cómo reaccionar ante cada
escenario porque los problemas varían de persona a persona; sin embargo,
insistimos en que tu serenidad, tu firmeza, tu afecto y tu sentido común
(especialmente) van a ser de muchísima ayuda.
Aconseja con
sinceridad y aprende a poner límites
Una de las cosas que más se va a valorar cuando te toque dar
tu punto de vista es decir lo que piensas con honestidad, no lo que la otra
persona esperaría escuchar, si no, ¿por qué te buscó a ti? Sin embargo, aunque
la persona tenga toda la intención de solucionar el problema, es probable que
oponga resistencia al inicio. Si eso pasa, no te esfuerces en hacerle cambiar
de opinión porque será peor; solo da tu punto de vista y deja que, tras la
charla, lo reflexione consigo misma y tome el curso de acción más adecuado.
Una vez que ambos no tengan más que conversar, cierren el
momento de manera natural, amistosa, alegre, que se sienta como algo liberador
todo el rato que se invirtió, no que se añada más cargas ni para ti ni para esa
persona, porque de eso no se trata.
Si ambos creen que una sesión no bastará, pónganse a
disposición para hablar y escuchar según sea el caso; pero, eso sí, adviértele
cuáles son tus tiempos disponibles para que también exista sentido de respeto
desde su propio proceso. Recuérdale que te dará gusto escucharle, agradécele
por la confianza que te depositó, y desafíale a que vaya tomando pasos para
resolver lo que le agobia. Esto tiene que estar claro de todas maneras. Lo
mismo con los espacios personales: ¡no pueden invadirse cuando a alguno le dé
la gana!
Por nada del mundo dejes que tu participación se convierta
en dependencia de ningún tipo. Eso sí sería perjudicial. Una cosa es la
humanidad y el sentido de solidaridad, pero otra cosa es aprovechar la
oportunidad para subyugarse en cuerpo y alma. No permitas eso, y cuando sientas
que está sucediendo, páralo y toma la mejor decisión para ambos, incluso tomar
distancia.
Tu ayuda no reemplaza
la ayuda profesional
Como dijimos al inicio, muchos fisicoculturistas y atletas
prescinden de una atención profesional por parte de un psicólogo o un
psiquiatra, si fuera el caso, pero también son conscientes que en varios
momentos de su vida requieren tener su
mente saludable (tanto o más que su
cuerpo). Es allí cuando tu ayuda como un soporte emocional funciona
favorablemente; sin embargo, una cosa que debes tener muy clara es que tú no
reemplazas el trabajo de un psicólogo o un psiquiatra, a menos que lo seas, lo
que significa una doble ventaja para quien te pide ayuda. Pero, si no eres
ninguno de esos profesionales, tu trabajo consiste en complementar y apoyar las
terapias o los tratamientos siempre que se indiquen.
En ese sentido, tu responsabilidad como soporte emocional es
incluir dentro de tu paquete de consejos el que la persona que te pida ayuda
consulte a uno de estos profesionales de la salud. Incluso podrías acompañarlo
el día de la consulta.
Ahora bien, no todos los casos tienen que terminar ante un
psicólogo o un psiquiatra, sino aquéllos donde tus recursos como soporte y los
recursos de esa persona para sanarse a sí misma estén limitados, cuando
sinceramente vean que hay una barrera que el simple consejo no va a superar.
Ahí es cuando uno tiene que ser valiente y aceptar la ayuda profesional.
Si en tu comunidad no hay un psicólogo deportivo, averigua
qué psicólogos clínicos hay, así como los médicos psiquiatras existentes. Vale
la pena tener a mano sus números de teléfono y preguntar por referencias a
personas serias para que las consultas sean realmente sanadoras, porque –hay
que decirlo- muchos profesionales de la salud mental suelen tenerla más
deteriorada que una persona promedio.
Edúcate al respecto,
acumula sabiduría
¿Recuerdas cuando hablábamos de anticiparte a la
conversación? Es probable que esta etapa la hagas sobre la información que ya
conoces; pero, ¿cuán acertada es esa información? Si eres de quienes adora leer
de todo y tener una cultura general por encima del promedio, puede que te dé
más amplitud de criterio para comprender lo que la persona que pide ayuda va a
decirte. Eso suma puntos.
Sin embargo, por más que te anticipes, habrán temas que
estarán fuera de tu alcance. No es tu culpa porque no podemos saberlo ni
intuirlo todo. Cuando eso suceda, ayuda dentro de tus posibilidades, pero
comprométete a investigar y aprender sobre el tema en fuentes confiables que
puedes encontrar ahora incluso en la Internet. Si consigues que ese proceso de
investigación y educación lo hagas con la persona que te pide ayuda, mucho
mejor. Es probable que ambos descubran que la solución era mucho más sencilla
de encontrar.
De todos modos, date un tiempo y un espacio para continuar
aprendiendo sobre el tema que involucra a la persona que te pide ayuda. Si es
posible, consulta especialistas serios, intenta educar a tu entorno,
especialmente en el
lugar de entrenamiento. Tú sabes muy bien que es uno de los
lugares donde los prejuicios son abundantes, y muchas veces mata más la
ignorancia que el propio problema. Hasta puede salvar tu propia vida.
Recuerda que ayudarás
a resolver un problema, no que vas a resolver el problema por la otra persona
Como dijimos anteriormente, un error fatal cuando se da soporte
emocional es dejar que la persona que te pide ayuda te deje todo el problema
encima para que tú se lo resuelvas, o generar lazos de dependencia mediante los
que esa persona no va a mover un dedo a menos que tú se lo indiques. Ambos
escenarios no son adecuados ni saludables, así que debes evitarlos desde el
inicio del proceso.
Un “Mira, yo voy a ayudarte en lo que pueda, pero quien va a
resolver el problema eres tú” dicho con amabilidad y firmeza desde el primer
momento es un buen inicio. Nunca dejes de incluir esta advertencia. Del mismo
modo, cuando sientas que esa persona te lanza un “hazlo por mí” o fórmulas
similares, tú responde con la misma actitud algo como “eso no fue lo que
acordamos” o “Es como si quisieras ser Mr. Universo pero yo entreno por ti”.
Siempre hazle hincapié a la persona que aunque tú puedas
darle pautas o ideas para encontrar una solución al problema, es esa persona
quien tiene la responsabilidad exclusiva de resolverlo. No cedas al chantaje
emocional de “si fueras mi amigo” o “pero tú me dijiste”, Recuérdale y recuerda
que cada individuo tiene libertad para tomar sus decisiones, así que el éxito o
el fracaso está en sus manos, no en tus manos ni en las manos de nadie.
Lo que te diga muere
contigo
Uno de los requisitos de cualquier soporte emocional es la
confidencialidad. Todo lo que se converse, la forma cómo se reaccione, el
contenido de la conversación es algo que debe quedar únicamente entre ustedes.
Nadie más tiene derecho a saberlo, y en todo caso, es la persona que pide ayuda
quien tiene que decidir con quién y cómo comparte lo que le está pasando.
Incluso si el contacto se hace mediante las redes sociales
(que es una posibilidad válida), nunca se te ocurra utilizar los espacios
virtuales públicos para establecer contacto o aconsejar. En todo caso, utiliza
el chat, que ofrece cierta privacidad. Aunque en la medida de lo posible, lo
mejor es el contacto presencial.
Si tienes que felicitar a la persona por haber avanzado en
su proceso o haberlo concluído, procura que sea en privado. Si la persona, a
pesar de tus precauciones, desea que su problema se haga público, es su
derecho. Decide si también quieres salir a la luz como la persona que ayuda,
pero hazlo siempre que la persona te lo pida. Jamás tomes la iniciativa de destacar
por tu cuenta porque destruirás todo el proceso de sanación y se verá como una
acción muy desagradable.
Nuestro equipo
fundador de ChulucanasGym aparece en este artículo.